un costal

Era una noche como muchas que pasamos en el rancho, el ejido el cangrejo. Mi tia haciendo sus tortillas de nixtamal para acompañar sus platillos inolvidales, ya fuera un conejo con el quelite que todos lo huercos habimos juntado, frijoles guisados y salsa. Don Chalio y mi tio Pepe platicaban de las vacas como si fueran personas. Mis primos y yo andabamos rondeando sin sentido un poco aburridos. En un cuarto donde guardaban la pastura, cual servia como cama para nosotros habia un costal de chile seco colgado en la pader. Yo posedio por el espiritú de la travesura lo agarre como perilla cual despues de haberle dado unos trancanzos empeze a toser con lagrimillas, el polvo del chile era muy fuerte, muy parecido al gas lagrimoso. Se me prendio el foco, ¿que tal si lo agarro de caballito? Y asi con el plan de no ser egoista queria compartir lo que habia descubrido con todos. Lo descolge y emitando andar en caballo empeze a darle vueltas a la mesa como diez veces sin dejar de pegarle como si fuera un caballo de carreras. No paso ni tan solo unos minutos cuando todos los que estaban en el comedor empezaron a toser sin control, soltando lagrimas y soltando las canales nasales. Me ahogaba de risa porque ellos no sabian que el culpitre de la causa era yo y empezaron a revisar si algo se habia quedado en el comal de leña que hubiera causado tal reacion. El polvo del chile seco era tan fuerte que tubieron que evacuar la casa y todo terminamos afuera bajo la luna llena. Mi risa me dilato. De recompeza mi tio me dio unos cintarasos cuales no me quitaron la risa. Esa noche dormi lleno de risa pero la mañana me trajo muchas mas tareas de castigo.

Hoy dia todos lo recuerdan y lo cuentan como si fuera leyenda. No se que tengo yo pero la satisfación de aquella travesura todavia vive en mi.