El molino

Yo soy el que esta a la derecha, el mayor de los hombres y por eso me toco la responsabilidad de acompañar a mi tia Rosa y a mi hermana la mayor a donde quiera que fueran. Si querian ir al cine, a la plaza o tan solo por el pan, me convertia en el guardian a mis escasa edad de ..... no recuerdo, creo que estaba empezando el primer grado, como se nota la camisa lo dice todo, tengo dos personalidades, una obscura y otra blanca. Toda la ropa fue echa a mano por nuestra madre.

Fue precisamente en este tiempo cuando la tarea de todas las mañanas acompañar a mi tia Rosa y a Conchis, mi hermana la mayor todas las mañanas al molino a moler el nixtamal, para esas tortillas frescas, de un sabor incomparable, calientitas y con un poco de nata eran mas como un postre.
El po-po-po-po-po del molino por la mañana me despertaba, ya sabia que me tenia que levantar
y me escondia volteando los pies a la cabezera porque la Conchis no tardaba en llegar y jalarme las orejas o estirarme la nariz para despertame "Nacho, perezoso ¡Levantate!" Y cuando me escondia, ella le jalaba las orejas a mi tio Emilio, que dormia en la misma cama, su voz ronca retumbaba en la obscuridad "¿¡Que paso!?" Mientras yo me moria de risa.
Llevabamos tres valdes de nixtamal entre los tres caminando hasta el otro lado de la via, en la obscuridad de la madrugada y cuando llegabamos a la via Conchis me decia "Nacho, mira aquellas casas tienen unas higeras llenas de higos muy buenos, ve a cortar unos" y yo todo antojado y obediente me hiba a cortar los higos. En cuanto brincaba la cerca y me proponia a subir la higuera salian los perros de las sombras y salia empulzado lleno de terror por la puerta de atras con los perros en mis talones.
Hasta ahora no se como nunca me mordieron, seria que era mas veloz que ellos o un angel me guardo. Los perros me correteaba mas de cinco cuadras y ya despues que me encontraba con mi tia y Conchis, me decian "Nacho, gracias, los higos estaban muy buenos" Yo era la distración para que ellas comieran higos mientras los perros perseguian mi alma.
Ya cuando llegabamos al molino formabamos la cola, tras la gente que habia madrugado. El español de un ojo tuerto, parecia un pirata que habia salido de uno cuento, manejaba los controles que hacian girar las dos piedras gigantes conectadas con una banda a una polea de un motor de tractor que giraba, moliendo el nixtamal, convirtiendola en masa. En su casa de adobe tenia varios frascos llenos de galletas para la clientela . Aquel frasco de galletas de rosca me tenia hinoptizado, no apartaba la vista de el y la Conchis no faltaba en decirme "¡Bobo, despierta!" Ah si, pero todo cambiaba si llegaban los chavos de su edad y se querian sentar a su lado y yo imediatamente me metia en medio de los dos apartandolos y dandoles lata, era mi deber, como guardian. Entonces si, me decia: "¿Nachito, quieres unas galletas?" y yo le decia "No porque me hacen bobo" Y la hacia hacer tanto coraje, que habia chispas en sus ojos. Dia tras dia se repetia varias cosas, como el po-po-po-po del molino, los ladrios de los perros, la mirada del molinero, el sabor de los higos y los gritos de Conchis "¡Nacho! ¡Te voy a pegar!" Y con la misma sonrisa como el de esta foto aguñaba "!La roña!"

de izquierda a derecha: Tia Rosa, con Nico en sus brazos, Conchis, Lili, Nena y yo. El resto de la familia todavia no nacia